sábado, 11 de mayo de 2013

Che vuoi? Esclavizados por la angustia.

Cada vez que hago referencia a la dimensión neurofisiológica de las emociones, soy conciente de la extrañeza que provoca el tema. Basta imaginarnos en una situación de vergüenza, de temor o ira y conectarnos, por ejemplo, con reacciones incontrolables como ruborizarnos, sudar frío o levantar el tono de voz en dichas situaciones 


Definitivamente, cuando una emoción se expresa en el cuerpo incomoda. 
A pesar nuestro, evidencia la absurda creencia de controlarlo todo. 

El grito, Edvard Munich, 1893
La incomodidad del registro físico de las emociones, no es nueva. La relaciono con los constantes esfuerzos por evitar enfrentarnos a la angustia y el hecho de juzgarla como incognoscible, inabordable o rebelde a todo intento de domesticarla. 

No casualmente, a pensar al ataque de pánico – una crisis de angustia generalizada – nos resulte más tolerable, en tanto lo vemos como una patología clara y clasificable en la cual el rol del médico y la prescripción de un fármaco tranquilizan a los afectados y a una sociedad que no tolera “no saber” 

Definitivamente la angustia desconcierta. Quizá por eso, el lenguaje cotidiano la asocie a la depresión, la tristeza, el miedo
 o cualquier otro estado que resulte más sencillo de explicar. 


La angustia, quedo fuera del debate popular y parece ser sólo protagonista en las conferencias de los filósofos que se preguntan por la existencia humana o los psicoanalistas, para quienes es un tema central en el camino hacia la cura.
A diferencia de otras escuelas, el psicoanálisis considera que la angustia nos constituye, que es una guía y permite orientarnos en una búsqueda para conocer nuestra verdad y responsabilizarnos por eso. 


Definitivamente reflexionar sobre la angustia es preguntarnos,
apoyándonos en el seminario de Lacan planteó el famoso  Che vuoi?; 
y soportar el camino incierto para construir una respuesta única y singular.